¿Debe el gobierno de España tener en cuenta las peculiaridades del sector en su política de promoción exterior?

¿Deben los gobiernos de la comunidad y ayuntamiento de Madrid potenciar su área metropolitana como centro de referencia mundial del sector?

Para responder a las anteriores preguntas lo mejor es aportar algunos datos que permitan sustentar la respuesta.

El peso del sector de la construcción en España ha ido variando desde el 9% a mediados de los años 90, hasta alcanzar el máximo en 2006 con un 12,1% y desde entonces caer progresivamente hasta estabilizarse en torno al 6%.

En el periodo 1995 – 2006 la tasa media anual de crecimiento de la construcción se situó en el 14,6%, muy por encima del resto de sectores – agricultura 2,9%; industria 6,5%; servicios 9,7% y PIB 9,8% -.

Entre 2007 y 2008, años precrisis, el crecimiento en el sector cayó al 3,9% y 2,2 respectivamente – en el caso del PIB el crecimiento fue del 7% y 3,3% -. La llegada definitiva de la crisis económica a finales de 2008 se dejó caer como una losa sobre el sector que empezó a encadenar tasas negativas de crecimiento desde 2009 (-6,9%); 2010 (-18.6); 2011 (-16%); 2012 (-14,8%); 2013 (-14,3%); 2014 (-0,9%).

Estos seis años de travesía por el desierto supusieron la desaparición de unas empresas, la compra de algunas por capital extranjero, la fusión de otras, trabajar a pérdidas en muchos casos y, para todas, un replanteamiento de su estrategia en el mercado nacional. En este contexto, la salida al exterior se convirtió, en muchos casos, como la única vía para su supervivencia.

La construcción se ha convertido así, posiblemente, en el sector más internacionalizado de la economía española. Esta internacionalización comenzó en los años 60 con la salida a mercados extranjeros de grandes empresas gracias a la preparación de sus ingenieros, la capacidad de gestión de las empresas y el sistema concesional español, copiado a nivel mundial. Fernando Gutiérrez de Vera fue uno de esos pioneros y su modelo concesional se fue copiando hasta implantarse en todo el mundo.

Esta vocación internacional inicial en búsqueda de nuevos mercados se vio fuertemente impulsada con la llegada de la crisis de 2008 y la necesidad de licitar en el exterior para poder subsistir. De esta forma, se estima que en torno al 70% – 75 % de la facturación de las empresas españolas provienen del extranjero, superando algunas de ellas el 90%.

En el gráfico siguiente puede observarse ese fuerte ascenso y el posicionamiento de España, sólo por detrás de China, cuyas características especiales suelen dejarla al margen de cualquier comparación entre países.

La consultora Deloitte elabora anualmente el informe, de libre acceso, Global Powers of Construction [deloitte.com] en el que se analiza el sector de la construcción a nivel mundial aportando datos, entre ellos los de ingresos obtenidos por las 100 principales empresas del sector, de las que siete son españolas.

Si comparamos el peso que supone la facturación de estas empresas respecto al PIB de su país podemos conocer la importancia relativa que para cada uno de ellos tiene la actividad constructiva de sus empresas.

En el cuadro siguiente se recoge el ratio de ingresos de las empresas (Sales) respecto al PIB de cada país (GDP). El dato del PIB se obtiene de tres estimaciones distintas que realizan el Fondo Monetario Internacional (IMF)[1], Banco Mundial (WB) y Naciones Unidas (UN).

Dejando al margen China, España es el país en el que mayor peso tiene la facturación de las empresas de construcción respecto a su PIB, superior al 5%.El caso de España es peculiar dado el alto grado de internacionalización de estas compañías que ronda, de media, el 80%. Así, el porcentaje que estas empresas aportan al PIB español por sus negocios en el extranjero se situaría en un mínimo del 4%. Esto es una muestra de la competitividad y experiencia de las empresas españolas que les permite quedar por delante del resto en los concursos internacionales.En este sentido, la política de promoción exterior del Gobierno de España debería tener en cuenta su aportación y peculiaridad, única en el ámbito internacional.Además, la construcción no es un producto de consumo sino de carácter estructural que perdura durante décadas o siglos. La huella que dejan las empresas de construcción en los países en los que trabajan es también un reflejo de las capacidades del suyo para ejecutar las obras y la imagen que se traslada perdura durante toda la vida del bien construido.Gobiernos como el chino se han dado cuenta de este factor y de la relevancia que tiene la presencia de sus empresas constructoras fuera de su territorio, siendo ésta una actividad estratégica de su política exterior.El objetivo de MWCC es potenciar el sector, aprovechar todo el ecosistema español, concentrado en Madrid, y mantener el liderazgo de las empresas españolas en el exterior. Pero hasta que no estemos convencidos de nuestras capacidades, de que somos el país de referencia en construcción en el ámbito internacional y de que Madrid la Capital Mundial del Sector no seremos capaces de aprovechar todo el potencial que tenemos en España.